En una de sus últimas entrevistas, el gran Antonio Gala, ya enfermo y de pésimo humor, renegó del amor. Él, que tanto había escrito sobre el tema, dijo que era solo un truco de la naturaleza para que no se extinguiera la especie. Y razón no le faltaba, porque, si somos sinceros, lloramos más por amor de lo que reímos.
En astrología, el amor es un tema siempre presente: ya sea porque se desea una relación, o porque se quiere salir de una. Parece difícil encontrar a la pareja ideal, y eso se ve muy claramente en el análisis de una carta natal. Los planetas clave que definen cómo vivimos el amor y qué personas nos enamoran son Venus, Marte, la Luna y el Sol.
Para un hombre, el signo en el que está Venus representa el tipo de amor que ofrece y la mujer que le atrae (su ideal erótico). En cambio, para una mujer, representa el tipo de amor que desea recibir.
En general, lo que vemos en la carta natal no es tanto el tipo de pareja que nos conviene, sino el tipo de experiencias que queremos vivir en el amor. Se dice que lo ideal son los signos del mismo elemento pero distintos, porque comparten una visión de la vida sin aburrirse. Sin embargo, también hay una atracción fatal hacia las personas que complementan nuestro Balance de Elementos (el que indica qué porcentaje tenemos de Fuego, Aire, Tierra y Agua), pero estas relaciones rara vez terminan bien porque, al establecerse la relación, lo que para uno es importante, al otro le da igual. De esto depende también el tipo de comunicación emocional que registramos, por eso es posible que no nos demos cuenta de que le gustamos a alguien o, al contrario, leamos mal las señales y pensemos que atraemos a alguien para quien somos totalmente indiferentes.
Para un hombre, Venus y la Luna definirán a su mujer ideal, pero no de la misma forma. El signo de la Luna y sus aspectos representan el tipo de hogar que desea crear, el instinto doméstico que lleva dentro. Y Venus representa el ideal estético, la mujer que le atrae. Si hay mucha diferencia entre ambos planetas, ahí surge el primer problema, ya que la mujer que le enamore, una vez que la relación se estabilice, no querrá crear el tipo de hogar que el hombre quiere.
A nivel más general, si Venus está bien aspectada en la carta natal, indica que nos hemos sentido queridos en la infancia, lo que nos da una base de autoestima sólida y ayuda a tener mejores relaciones sentimentales en el futuro.
Sexualmente, tanto en hombres como en mujeres, el planeta que marca nuestro comportamiento es Marte. El signo que ocupa y sus aspectos indican el tipo de persona que consideramos sexualmente atractiva y cómo vamos a intentar conquistarla. Y aquí aparece el segundo problema: esa persona que nos atrae fatalmente luego resulta no ser la adecuada para una relación seria. Es decir, quien nos gusta no nos conviene. Incluso podemos desear a alguien, pero amar a otro.
¿Y quién mejor para hablar del amor trágico que Ian Curtis, autor de Love Will Tear Us Apart, una de las canciones más bonitas sobre el desamor?
Ian Curtis nació el 15 de julio de 1956 en Stretford, una localidad del área metropolitana de Mánchester. Creció en Macclesfield, en el seno de una familia trabajadora, con una hermana menor. Desde pequeño mostró un gran interés tanto por la literatura como por la música. Sus buenas calificaciones le valieron una beca para estudiar en la King’s School de Macclesfield, pero no tardó en dejar los estudios para buscar un trabajo.
En 1972 conoció a Deborah Woodruff, con quien se casaría en agosto de 1975. Tres años después, en 1979, nació su hija Natalie. Pero la vida no era fácil, ya que se vieron obligados a realizar trabajos mal pagados para poder sobrevivir. Hasta que todo cambió.
El 4 de junio de 1976, Ian asistió a uno de los conciertos más legendarios de la historia del punk británico: los Sex Pistols tocaron en el Lesser Free Trade Hall de Mánchester. Aquel evento, al que oficialmente asistieron unas 40 personas, se ha mitificado tanto que hoy en día miles dicen haber estado allí. Pero de ese concierto surgieron grupos que cambiarían el curso de la música: se formaron los Buzzcocks (que además organizaron el evento), apareció un jovencísimo Morrissey (antes de The Smiths), Mick Hucknall (que luego lideraría Simply Red) y, lo más importante, Tony Wilson, quien fundaría Factory Records y el mítica club The Haçienda.
De ese caldo de cultivo surgiría Joy Division, con Curtis como letrista y vocalista. Ian tenía una voz de barítono muy particular, casi inexpresiva, que le daba a sus letras un aire dramático inconfundible. Su forma de bailar —el llamado “epileptic dance”— se hizo famoso, aunque no todo el mundo sabía que a veces no era un baile, sino un colapso real producido, probablemente, por las luces estroboscópicas del escenario.
En 1978 fue diagnosticado de epilepsia focal farmacorresistente. Los medicamentos que le recetaron eran muy fuertes y tenían muchos efectos secundarios, y a eso se añadió la mezcla explosiva de alcohol, falta de sueño y la presión de la incipiente fama. Poco después, Curtis empezó a desarrollar síntomas de una depresión profunda, a los que se sumó el deterioro de su vida personal debido al divorcio con su esposa.
Antes de su muerte, ya había intentado suicidarse al menos dos veces, pero, como sucede muchas veces en la industria de la música, en vez de ayudarle a recuperarse, le trataron como a un producto de marketing. Tras ingerir una dosis masiva de medicamentos, fue ingresado de urgencia para un lavado de estómago. Una vez consciente, su productor le llevó directamente al local de ensayo porque al día siguiente tenían un concierto que no podían aplazar. El negocio no espera.
Su relación con Deborah ya estaba en crisis, en medio de un proceso de divorcio. La causa, al menos la aparente, fue su relación con Annik Honoré, una periodista belga que conoció durante una actuación. Esta historia siempre ha estado envuelta en polémica, porque, mientras que Deborah, en su libro Touching from a Distance, publicado en 1995, afirma que fueron amantes, Annik lo negó hasta su muerte en 2014, sosteniendo siempre que fue una relación platónica, no sexual.
En mayo de 1980, Joy Division estaba a punto de despegar definitivamente. Tenían una gira por Estados Unidos por delante. Pero Ian no estaba bien, ni emocional ni físicamente. En la madrugada del 18 de mayo, después de una noche sin dormir, en la que bebió whisky y café mientras escuchaba The Idiot de Iggy Pop, se quitó la vida en la cocina de su casa. Tenía solo 23 años.
Ahora que conocemos su historia, vamos a mirar su carta natal. Vamos a ver cómo vivía el amor desde el punto de vista astrológico y qué compatibilidad había con las dos mujeres más importantes de su vida: Deborah, su esposa, y Annik, la mujer que le acompañó en sus últimos meses.
No conocemos la hora de nacimiento exacta de Ian Curtis, así que su carta natal no incluye las casas, pero aun así hay varios factores que destacan con muchísima claridad.
Lo primero que llama la atención es su Sol en el tercer decanato de Cáncer, que corresponde al signo de Piscis. Cáncer, un signo de Agua, es emocional, introvertido, con una gran necesidad de seguridad emocional y busca refugio en su clan. La influencia pisciana lo hace aún más sensible, más propenso a la melancolía y al aislamiento. Piscis es el signo del sacrificio, de la disolución del ego, de la compasión… pero también de la evasión, la tristeza crónica y el deseo de desaparecer. Nada de esto suena exagerado si pensamos en la biografía de Curtis, a quien ya de adolescente describían como callado, introspectivo y difícil de entender.
Marte, el planeta del deseo, del impulso sexual y de la forma de conquistar, lo tiene en Piscis. Marte en Piscis no va de perseguir lo que desea sino más bien de imaginarlo. Aquí el deseo no se concreta, se diluye. La energía marciana se vuelve emocional, onírica, incluso pasiva. A estos nativos les cuesta decidir lo que quieren porque absorben los deseos del otro o de su entorno. Esta es una posición más propia de un romántico empedernido que de un amante apasionado. Hay sensibilidad, vulnerabilidad y un impulso de entrega emocional más cercano al sacrificio que a la conquista.
Venus —el ideal amoroso, el tipo de relación que anhela y la imagen de la mujer que le atrae— está en Géminis. Esta posición habla de un ideal femenino mental, curioso y versátil. Venus en Géminis necesita conversación y estimulación intelectual. Es una Venus que se enamora con palabras, más que con el cuerpo. No le interesa tanto el sexo como la conexión mental, la complicidad. De ahí que Curtis se sintiera atraído por mujeres discretas, inteligentes, soñadoras… no por el estereotipo de la estrella del rock.
Si miramos los aspectos, Venus en trígono a Neptuno es clave: esto da una visión idealista y casi mágica del amor. Hay una búsqueda de fusión espiritual, de belleza, de redención. Esta configuración suele ir unida a un deseo profundo de amar “más allá” de lo físico o de lo convencional. Como si solo el amor pudiese salvarte. Además, la Luna está muy cerca de Neptuno, lo que refuerza su mundo interior, su imaginación rica pero también su fragilidad. Hay una gran necesidad emocional de intimidad, de ternura y de sentirse comprendido en lo más íntimo. Pero también una gran porosidad emocional: Curtis absorbía el dolor del entorno, se dejaba afectar profundamente, y esto probablemente lo sobrepasó.
Ahora, veamos cómo se relacionaban estos rasgos con las dos mujeres clave de su vida.
Deborah Curtis, con quien se casó con sólo 19 años, tiene Marte en Aries. Esto indica una personalidad directa, impulsiva, con iniciativa sexual y emocional. Quería una relación activa, apasionada. Pero su Venus en Escorpio cambia el tono por completo: es una Venus profunda, intensa, que no soporta la superficialidad. Ama con obsesión, con celos, con una necesidad de control emocional total. En este sentido, era muy poco compatible con el estilo de Curtis, más desapegado y romántico.
Además, Deborah tiene el Sol en el tercer decanato de Sagitario, que corresponde al signo de Géminis. Esto da una energía más racional, de “tener siempre un plan B”, de buscar libertad, movimiento e independencia. Un Sol en Sagitario quiere crecer, viajar, liberarse de ataduras. Todo esto puede haber chocado con el Sol Cáncer de Curtis, más centrado en el refugio emocional, en el apego. En definitiva, no eran una pareja especialmente compatible: tenían estilos afectivos opuestos y necesidades vitales muy distintas.
Ahora pasamos a Annik Honoré, la periodista belga con la que Curtis mantuvo una relación al final de su vida.
Annik tenía cuatro planetas en Libra, incluyendo Marte, lo que nos habla de una personalidad que busca la armonía, la estética y la conexión emocional más que física. Libra no es impulsiva ni pasional, sino que necesita equilibrio, belleza, elegancia. Aquí el deseo se canaliza a través de la admiración, del arte compartido. No es difícil imaginar la atracción que pudo sentir por alguien como Curtis, con su estilo poético, vulnerable y enigmático.
Además, tenía Venus en Sagitario, lo que significa que se sentía atraída por personas diferentes, idealistas y con una visión amplia del mundo. Sagitario es el signo del extranjero —y Curtis lo era para ella— pero también del filósofo, del pensador, del poeta. Ella no buscaba una historia convencional, sino una profunda conexión.
Con estos datos astrológicos, todo encaja. La relación entre Ian Curtis y Annik Honoré pudo ser perfectamente platónica pero con una conexión espiritual y emocional muy fuerte. No es descabellado pensar que Annik haya dicho la verdad cuando negó que su relación fuera sexual: simplemente, puede que ninguno de los dos lo necesitara para que fuese significativa e importante para sus vidas.
Si te interesa profundizar más en la vida de Ian Curtis, te recomiendo que veas el biopic Control de 2007 dirigido por Anton Corbijn. Puedes ver el trailer en Joy Division- Trailer Control- Subt castellano
Además, si eres un fan de la música punk de Manchester de los 70 como yo, te recomiendo la película 24 hour party people, del director Michael Winterbottom basada sobre todo en la figura de Tony Wilson. Puedes ver el trailer en 24 Hour Party People Trailer
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