El ascendente es el signo que se alzaba por el horizonte en el momento del nacimiento, por lo que depende de la hora y el lugar. Es la cúspide de la Casa 1 y el grado más importante que ordena el resto de la Carta Natal, definiendo en gran medida nuestro destino.
Es la energía que irradiamos sin darnos cuenta, nuestra personalidad más inmediata, incluso cómo nos gusta vestirnos y cómo hablamos. Es lo que la gente que no nos conoce percibe de nosotros. Luego, con el tiempo, verán nuestro Sol y, si la relación se vuelve íntima, descubrirán nuestra Luna.
Al principio, tendemos a rechazar la energía del ascendente, porque nos trae experiencias que no coinciden con nuestros deseos. O más bien, sentimos una ambivalencia hacia las personas que tienen mucha energía de ese tipo. Por ejemplo, si tienes el ascendente en Virgo, cuando veas a alguien con el Sol en Virgo que encarne las características de ese signo, te sentirás intrigado y no te pasará desapercibida, pero tampoco te decidirás a imitarla. Es muy común que el primer amor, sobre todo de las mujeres, tenga mucha energía de su ascendente.
Pero nuestro destino es tomar y desarrollar esa energía, por lo que en nuestro entorno, desde el nacimiento, habrá personas que se comporten de una determinada manera para forzarnos a comportarnos según las características del signo. Siguiendo con el ejemplo del ascendente en Virgo, en su entorno habrá personas ordenadas y perfeccionistas que la obliguen a mejorarse y ser responsable.
Si el Sol representa lo que nos gusta y a lo que aspiramos, el ascendente es el camino para llegar a ello. Es cómo nos planteamos comenzar algo nuevo, nuestra manera particular de encarar un nuevo proyecto.
Es muy importante ver dónde está el regente del ascendente, porque será la manera en que podemos buscar la expresión del signo.
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