En astrología, el Sol y el Ascendente son dos conceptos fundamentales pero que desempeñan roles distintos en la configuración de la personalidad y el destino de una persona. Es común que digamos que somos el signo donde esta el Sol en la Carta Natal, pero el signo del Ascendente es igual o incluso más importante.
El Sol representa el núcleo de nuestra identidad, nuestra esencia más profunda y la energía con la que nos identificamos. Es el eje central de la Carta Natal, y la posición en la que se encuentra define nuestros talentos innatos y cómo deseamos ser reconocidos por los demás. Influye también en nuestras preferencias, en lo que nos gusta hacer tanto en nuestro tiempo libre como en nuestra vida profesional. Por ejemplo, una persona con el Sol en Leo se sentirá realizada cuando pueda destacar y recibir admiración, mientras que alguien con el Sol en Cáncer buscará sentirse integrado y protegido en su entorno.
Por otro lado, el signo del Ascendente es el signo que ascendía en el horizonte en el momento de nuestro nacimiento y define cómo nos presentamos al mundo, cómo nos vestimos, hablamos y reaccionamos ante nuevas situaciones. Es la energía que irradiamos de manera más inmediata, incluso sin darnos cuenta.
A diferencia del Sol, que refleja nuestro «yo» interno, el Ascendente es la máscara que llevamos, pero también es el camino que debemos recorrer para alcanzar nuestras metas solares.
Además el Ascendente trae experiencias que, aunque inicialmente podemos rechazar, son esenciales para nuestro crecimiento personal. Con el tiempo, se convierte en una parte integral de nuestra personalidad y nos ayuda a enfrentar la vida con una perspectiva más amplia y completa.
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